Alejándome de la rutina que albergaba mi alma
y luchando día a día por dejar de ser cobarde,
llegue así a conocer a quien todo me lo dio a medias,
una sonrisa triste,
una mirada que me transportaba al país de los ciegos,
y me creí que todo era completo.
Pensé que todo significaba para mi,
solo una errante afortunada más en el camino,
pero al alejarme de su lado una tarde tosca y gris
descubrí que en su interior se encontraba mi corazón,
en los barrotes recuerdo.
Y volví a la niñez necesitando su cariño
como un perro sin dueño,
y la protección mas humana como una rosa sin espinas.
Sus palabras sonaban sinceras,
las mías desesperadas
y de tal modo me hice a la idea de que no podía elegir,
únicamente el vacío se erigía como compañero.